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"A los niños se les puede hablar de cualquier tema, pero no de cualquier manera"

Entrevistas
22 diciembre, 2018

Charlamos con el escritor David Fernández Sifres sobre sus novedades editoriales, su proceso de escritura y su visión de León como ciudad para peques. Este viernes estará en la Librería Casla a las 18 horas para firmar ejemplares.

Háblame de los tres últimos títulos que has publicado. De qué van, 
cómo surgen y a qué público están dirigidos.

El primero se titula Aurora o nunca, y es una novela juvenil que hemos escrito entre diez autores. Cito a los otros nueve porque merece la pena saber que son Ana Alcolea, Jesús Díez PalmaAlfredo Gómez Cerdá, Jorge Gómez Soto, Paloma González Rubio, Daniel Hernández ChambersRosa HuertasGonzalo Moure y Mónica Rodríguez. La ha publicado Edelvives y ha sido incluida en la lista White Ravens 2018, lo que ha supuesto un colofón excepcional para este proyecto apasionante que he disfrutado un montón. La historia está ambientada en Aurora, una población costera imaginaria que arrastra la culpa de haber sido, tiempo atrás, lugar de raqueros, piratas de tierra que, con luces falsas, atraían barcos hacia las rocas de los acantilados para que naufragasen y poder saquearlos. Las vidas de los habitantes actuales se entrecruzan y conforman un puzle humano que envuelve al lector en su inquietante historia.

El segundo es una novela infantil que ha publicado SM en su colección El Barco de Vapor. Se titula El grupo de los sueños de Martha Müller y está dirigida a lectores a partir de ocho o nueve años. La ha ilustrado Iratxe López de Munáin y la ha editado Paloma Muiña. Está ambientada en los días anteriores y posteriores a la construcción del Muro de Berlín. Martha es una niña que pasa de no poder soñar a tener sueños realmente extraños… Decidí escribirla cuando viajé a Berlín con mi mujer y con Claudia, nuestra primera hija. La niña dormía en su carrito cuando visitamos los restos del Muro y le saqué una foto. Quizá soñaba. Quise escribir una historia que pudiera explicarle lo que había ocurrido en ese lugar, una historia que mezclara sueños y realidades.

El tercero es también una novela infantil. Se titula Las inauditas apariciones de la Isla de Nolan, y es el segundo libro de la colección de la Escuela de Detectives Avante. La publica Edelvives y está destinada a lectores desde ocho años. La ilustra Albertoyos y la edita Jorge H. Gómez, quien también edita Aurora o Nunca. Narra las aventuras y peripecias de dos chicas, tres chicos y un zorro, el grupo Nautilus, alumnos de la Escuela que tiene que acudir a la poco accesible Isla de Nolan para averiguar cómo es posible que en una pinacoteca subterránea aparezcan colgados cuadros desconocidos de la noche a la mañana. Toda la colección tiene una estética steampunk que, como autor, me la hace muy atractiva: autómatas, máquinas extrañas, sobreros de copa… Me lo paso muy bien escribiéndola. El primer libro de la colección es El extraño caso del Castillo Billinghurst, y el tercero, que saldrá en primavera, se titulará Los espectrales sucesos de la Mansión Farrell.

Hace poco que tuviste a tu tercer hijo, ¿cómo logras compaginar todo?

Claudia tiene cinco años, Diego tres y Diana apenas nueve meses. Mientras están despiertos, mi mujer y yo preferimos estar con ellos y disfrutarlos. Creemos que ellos también necesitan estar con nosotros. Escribo después, cuando se duermen. Es cansado, claro, porque, de hecho, escribir no es mi único trabajo, y solo puedo hacerlo en esos ratitos nocturnos. Pero no me quejo, ¿eh? Lo tengo todo. Yolanda me ayuda mucho. En ocasiones, si hay alguna fecha de entrega muy cercana, utilizo algunos días de vacaciones. En fin, que me gusta lo que hago y saco tiempo, aunque sea a costa de dormir menos.

¿Cómo te ha influido a la hora de escribir tus historias la
experiencia de la paternidad?

Sobre todo me ha influido en dos aspectos. Antes de tener hijos escribía sabiendo que mis libros los iban a leer niños, y lo hacía con la mayor dedicación y con la mayor responsabilidad de que era capaz, porque siempre he pensado que las lecturas de la infancia moldean a las personas, y quizá siembran sus seguridades futuras, sus apegos, sus gustos, o les proporcionan herramientas que quizá puedan hacerles falta más adelante. Ahora hago lo mismo, pero sé quiénes serán tres de esos lectores y le doy aún más vueltas a todo. Alguna vez sus amigos les comentarán que han leído un libro mío, y quiero que sonrían y se sientan orgullosos de la historia que conté y cómo la conté.

En segundo lugar hay un asunto clarísimo. Antes de que naciera Claudia, mi primera hija, todos mis protagonistas eran masculinos. Me sentía más cómodo poniéndome en el lugar de un niño que de una niña. Pero cuando nació ella me di cuenta de que quería ponerle también entre las manos referentes femeninos, con los que tal vez ella se sintiese más identificada, y así aparecieron Celeste o Martha Müller, entre otros.

¿Cómo es tu relación con tus lectores? ¿Qué te aportan? ¿Cómo se
dirigen a ti?

Yo escribo para mí, está claro, pero también para mis lectores. Sin lectores seguiría escribiendo, no tengo duda, pero no podría publicar, con lo que mi agradecimiento es inmenso. Visito muchos colegios e institutos, y ver las sonrisas, las lágrimas o las preguntas que han generado mis historias me llena. Escribir es una tarea muy solitaria. Cuando escribes dejas en el papel tus emociones, tus sentimientos… Comprobar que la palabra escrita puede guardarlos durante años, transmitirlos y conseguir que lleguen frescos a los lectores me sigue pareciendo increíble.

¿Cómo hay que hablarle a los niños?

Con un respeto absoluto al niño que son, con cercanía, con sinceridad, con emoción, con entusiasmo. Siempre digo que a los niños se les puede hablar de cualquier tema, pero no de cualquier manera. La labor del escritor consiste en ser capaz de encontrar la forma de contar cada tema de la manera adecuada a cada edad, haciéndolo atractivo, intenso.

La literatura infantil y juvenil son los mejores sectores del
libro. ¿Qué pasa para que un niño deje de leer?

No lo tengo claro. La adolescencia es una etapa difícil en la que queda aún más patente la época de inmediatez que estamos viviendo. Leer exige detenerse, dedicar tiempo, dejar la resolución de la historia para otro día… Quizá van por ahí los tiros. O quizá los escritores no estamos sabiendo encontrar la forma, los temas… No sé.

¿Recuerdas cuál fue (y cómo y dónde la llevaste a cabo su lectura)
tu primer Barco de Vapor?

Sé que entre los primeros que recuerdo están Fray Perico y su borrico, Las aventuras de Vania el forzudo y Los hijos del vidriero. Uno de los que más releí, De profesión, fantasma. Los leía con mi hermana, tumbados sobre una alfombra roja, con el sol entrando por la ventana.

 

¿Cuándo empezaste a escribir para niños? ¿Qué te animó a hacerlo?

Yo empecé escribiendo para adultos, y tengo perfectamente claro el momento en que decidí probar a escribir para niños y jóvenes. Fue al terminar de leer El príncipe de la niebla, de Carlos Ruiz Zafón, que había ganado el premio Edebé años atrás, en 1993. Me gustó tanto que quise darme una oportunidad. Y escribir para niños me enganchó.

Después de los que has escrito, cuando comienzas una nueva
historia, ¿te resulta más difícil o más sencillo que al principio?

Me resulta más difícil, sin duda. Tengo poco tiempo para escribir, así que cada vez dedico mucho más tiempo a seleccionar muy bien cuál de todas las historias que tengo en la cabeza es la que quiero contar. Trato de no repetirme, de buscar enfoques nuevos, diferentes voces…

Si te pido que valores León como ciudad para niños… ¿Qué nota le
das? ¿Qué tiene que mejorar?

Es obvio que León no es una ciudad pensada para niños, pero también es cierto que se ha mejorado últimamente: ya hay un poco de oferta cultural y algunos restaurantes incorporan zonas de juegos o indican expresamente que los niños son bienvenidos. Sin embargo, no todo ha calado: hace año y pico tuve que salirme del Museo de León con mis hijos después de que, a pesar de estar teniendo un cuidado exquisito, me llamaran continuamente la atención porque “preguntaban en alto”, “señalaban las obras expuestas”, con el “consiguiente peligro”, y el pequeño comía una galleta en su carrito. Me dijeron que los niños debían guardar silencio e ir sentados sin moverse. Ese no es el camino, está claro. No sé si eso ocurre habitualmente, pero es lo que me paso a mí.

Echo de menos, por otro lado, un mejor mantenimiento de los parques (los de La Lastra están abandonados), y que todos los parques infantiles estén vallados, aunque sea con un simple reborde que impida que los niños se salgan y que los perros entren (aún hay algunos dueños irresponsables e incívicos que no llevan atado al perro y que no recogen los excrementos).

Por último, pocos establecimientos privados, y menos aún públicos, incorporan cambiadores para bebés en los aseos y, de haber alguno, suele estar en el aseo de mujeres. También es hora de ir cambiando de mentalidad al respecto ¿no?