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"Si algo ha demostrado esta crisis es que debemos educar para el bien común y la ayuda mutua"

Actualidad
19 mayo, 2020

La semana pasada publicábamos los resultados de una investigación titulada Educar y Evaluar en tiempo de coronavirus, dirigida por el profesor de la Facultad de Educación de la ULE, Enrique Javier Díez Gutiérrez, y coordinada por la profesora de la Universidad de Santiago de Chile, Katherine Gajardo. En él se refleja los resultados de una encuesta que indican que las familias abogan por reducir la ratio en la vuelta a la escuela y se insiste en convertir esta situación en una oportunidad para mejorar el sistema educativo. Hemos hablado con el profesor leonés para profundizar en el estudio y conocer su opinión sobre el momento que estamos viviendo.

¿Qué está poniendo de manifiesto la situación actual en cuanto al estado del sistema educativo?

Que la relación presencial y emocional del profesorado con el alumnado es imprescindible para mantener una relación pedagógica y estimular el aprendizaje. Especialmente para el alumnado más vulnerable y con mayores dificultades, pues son quienes más necesitan apoyo, motivación y cuidado por parte del entorno que les rodea y el espacio escolar es uno de esos elementos fundamentales que les da oportunidad para ello. La educación a distancia, confinados en sus hogares, ha puesto de manifiesto que la educación telemática no sustituye esa relación pedagógica presencial tan necesaria y esencial para el desarrollo de las personas de forma integral. Las máquinas no sustituyen la emoción y la relación personal. Pueden ayudar, pero no sustituir.

¿Has visto las fotografías de escuelas en Francia con las nuevas medidas que han tomado debido al coronavirus? ¿Qué has pensado / sentido al verlas?

Que debemos aprender a no utilizar la educación como excusa para activar los negocios. La presión de las grandes economías para seguir obteniendo beneficios está chantajeando a los responsables políticos de los diferentes países para que se antepongan la apertura de sus negocios y sus beneficios a la salud de la población y, en este caso, de los menores. La conciliación debe hacerse entre la vida familiar y laboral, no utilizar la educación para ello y menos poner en riesgo de contagio a los menores para que sus familias puedan ir a trabajar. Es volver a concebir la educación como una ‘guardería’ de niños y niñas, en función de la reactivación de la cuenta de beneficios del mercado. Nuestra vida vale más que sus beneficios.

Con el estudio que habéis elaborado comentáis que esta crisis puede convertirse en una oportunidad para reformar el sistema educativo. ¿Por dónde hay que empezar?

Por invertir presupuestos escandalosos en educación para que esta sea realmente inclusiva. Hay que empezar por cambiar las prioridades y dejar de gastar presupuestos escandalosos en el rescate de bancos. Debemos empezar a invertir presupuestos escandalosos en sanidad, en educación, en servicios sociales, en pensiones, en la defensa del bien común, de lo público, de lo de todos y todas. Blindar en la Constitución que ningún gobierno, sea del color que sea, pueda invertir menos del 7% del PIB en Educación, al menos al nivel de los países más avanzados en la UE. Sin recursos no habrá posibilidad de ninguna reforma educativa real y de calado, como se ha visto a lo largo de las últimas décadas.

Debido a la pandemia, se habla de reducir la ratio para aumentar la distancia física entre personas, pero ¿es eso lo más importante? ¿Cuál puede ser una ratio adecuada?

Reducir la ratio a las cifras recomendadas por la UNESCO en Educación Infantil y a un máximo de 15 alumnos y alumnas por clase en la educación obligatoria (desde Primaria a Secundaria) es una demanda histórica de la comunidad educativa para que sea posible una educación inclusiva, que no deje a nadie atrás. La distancia social a la que obliga la pandemia del coronavirus es un buen motivo para ponerlo en práctica cuanto antes. A la vuelta del colegio en el inicio del próximo curso. Pero esto conlleva clara y nítidamente duplicar las plantillas de profesorado para poder atender a la diversidad en grupos pequeños, de forma personalizada, como se ha venido demandando desde hace muchos años. Esta es la oportunidad. Teniendo en cuenta que es necesario igualmente acondicionar los espacios escolares, tanto las aulas, como los lugares comunes, de forma coherente. Y para todo esto se necesita invertir en educación.

¿Se pueden llevar a cabo estas medidas con los medios actuales con los que cuenta la educación?

No, claramente. Se necesita pasar de 40.000 millones de inversión a 70.000 millones. Es decir, un presupuesto similar al militar. No se puede seguir gastando en material para la guerra, mientras la educación está con clases hacinadas, sin sustituciones del profesorado que está de baja, sin posibilidades de desdobles, con espacios escolares deteriorados y sin acondicionar… O bien cambiamos las prioridades y los objetivos de nuestra sociedad o no habremos aprendido nada de esta crisis.

En cuanto a las medidas de distanciamiento… ¿crees que se puede hacer eso con alumnos de Infantil? Y más allá de que sea posible, ¿es aconsejable?

No considero adecuada la apertura de los Centros de Educación Infantil para la asistencia con carácter voluntario en Educación Infantil el próximo 25 de mayo, como se contempla en la segunda fase de desescalada, con la intención de facilitar la conciliación de las familias que no pueden atenderles en casa por motivos de trabajo. No se puede garantizar la seguridad sanitaria en las aulas. Es realmente difícil, por no decir imposible, que el alumnado de infantil sea capaz de mantener la distancia de seguridad y todo el protocolo de protección en los espacios y tiempos escolares. Además, como manifiestan los especialistas en educación infantil (Ameigi), las medidas que se tomen deben ser educativas, no asistencialistas. La educación infantil tiene una finalidad educativa, no está para “guardar” a la infancia cuando su familia va a trabajar. Se deberán buscar medidas sociales destinadas a conciliar la vida familiar y laboral de toda la infancia que no puede aún quedarse sola con condiciones de seguridad física y emocional (también para gran parte de alumnado de Primaria) como, por ejemplo, subvencionando a un miembro de la familia para que se quede al cuidado infantil.

De un día para otro, las clases presenciales se convirtieron en digitales… un escenario que ha costado a profesores, alumnos y familias… ¿Consideras que de todo esto hay algo bueno que se podría incorporar luego a las aulas?

Las tecnologías digitales ayudan, claro que sí. Debemos aprender a usarlas de forma didáctica e integrarlas como una herramienta más. Pero introducir cacharrería tecnológica en la educación no es la panacea. Además, tenemos que tener cuidado que esta no sea una oportunidad para la expansión del «edunegocio» de cinco grandes tecnológicas que concentran y se reparten el mercado: Apple, Google, Facebook, Microsoft y Amazon. Que no solo extraen datos nuestros con todos sus programas educativos, sino que involucran a millones de usuarios en el aprendizaje de sus sistemas. Se apoderan del recurso más valioso del momento, la inteligencia artificial, y el resto debemos encontrar la forma de introducirlo en nuestras actividades y bajo las condiciones que quieran imponer. Nos enseñan a interiorizar la ética neoliberal de Google y sus aliados: la del mercado, y acabamos solo contando en tanto que consumidores. Es para pensárselo.

En cualquier caso, se ha hablado mucho de la conexión a internet, de los deberes, los exámenes… pero poco realmente de educación. ¿Qué debe aportar la educación además de contenidos? ¿Por qué es importante que los niños acudan a la escuela más allá de que porque sus padres trabajan, qué necesidades debe atender?

Es necesario retomar una educación lenta, aprender con profundidad y con sentido, retomar un ritmo más pausado de aprendizaje. Centrar el esfuerzo en facilitar las estrategias para la reflexión crítica, tener en cuenta los distintos ritmos de maduración; frente al modelo tradicional de primar los resultados, memorizar y preparar para continuos exámenes y avanzar en el temario acumulando contenidos. Más contenidos no es sinónimo de mejor educación. Disfrutar de un tiempo pausado y sensible en el que más que aprendan muchas cosas, las aprendan bien. El énfasis tiene que estar en promover aprendizajes significativos, no en cubrir contenidos. Cuidar y apoyar el bienestar de toda la comunidad educativa para que nadie se quede atrás. Si algo ha demostrado esta crisis es que debemos educar para el bien común y la ayuda mutua. La vida no conquistó el planeta mediante combates, sino gracias a la cooperación, como ha demostrado la biología. Debemos apostar por un modelo educativo público e inclusivo que no deje a nadie atrás: frente al darwinismo social y el individualismo competitivo, hemos de reivindicar el apoyo mutuo, la cooperación, los mecanismos de solidaridad, el cuidado del otro y el compartir recursos. «Juntos lo conseguiremos». Este es el relato educativo por el que debemos apostar de forma real.

De no aprovechar esta oportunidad, ¿consideras que se podría perjudicar todavía más la situación del sistema educativo español?

Si no se aprovecha esta oportunidad para replantear el currículum sobrecargado de temas y repetitivo y empezamos a priorizar lo esencial, distinguiendo lo prescindible de lo imprescindible, en vez de seguir avanzando en contenidos por avanzar y llegar al final de un temario repetitivo y muchas veces ajeno a lo que deberían ser aprendizajes esenciales ligados al mundo que viven (justicia social, ecología planetaria, cuidado de los demás, mejora de las comunidades en las que viven, etc.); si no se aprovecha esta oportunidad para replantear la evaluación centrada en conocer las dificultades y los logros que van teniendo para ayudarles aprendiendo a prescindir de los exámenes como mecanismo de chantaje y presión, para no convertir el deseo de aprender en afán de aprobar; si no se aprovecha esta oportunidad para estrechar los lazos de colaboración entre la familia y la escuela, buscando fórmulas para que la comunidad educativa participe de forma efectiva en los centros educativos; etc., etc. Si no aprovechamos todas estas oportunidades, perderemos una vez más la posibilidad de transformar el sistema educativo para el bien común.

¿Se está escuchando a los maestros a la hora de tomar decisiones?

Claramente la comunidad educativa ha expresado sus demandas reiteradamente. No hay más que ver el trabajo que lleva haciendo desde hace casi media década que ha plasmado en la propuesta concreta y clara de Redes por una nueva Política Educativa y en el Foro de Sevilla. Esta propuesta la han escuchado Unidas Podemos, el PSOE y ERC al menos, que han firmado el Documento de Bases para una nueva Ley de Educación, donde se plasma el modelo de educación que el profesorado, las familias y los estudiantes han demandado. Esperemos que el parlamento, todo el parlamento, lo escuche definitivamente y lo apoye en la nueva ley que se está tramitando actualmente: la LOMLOE.